No, tranquilos. No es el nombre de una nueva agencia pública, reconozco mi provocación. En realidad son los ingredientes de una tormenta perfecta que lleva tiempo formándose, que ya nos afecta y que en el futuro cercano nos va a sacudir de lleno y sin piedad. Veamos:

– Basque: nuestra sociedad, nuestra cultura, nuestra idiosincrasia, nuestra forma de ver y hacer las cosas, nuestros valores. Y recordemos que somos un país muy muy pequeño.

– Piramid: ese enorme elefante que hay en la habitación, del que todo el mundo habla pero muy poco podemos hacer, y muy difícil, para evitar que siga aquí: la maldita pirámide poblacional de Euskadi, algo que no somos capaces de asimilar a qué ni a dónde nos puede llevar.

– Talent: ¿hay o no hay suficiente talento en Euskadi?, ¿es el talento que necesitamos o hace falta algún otro?, ¿nuestro talento emigra o se queda?, ¿cuidamos bien a nuestro talento? Les sonarán todas estas cuestiones que constantemente asoman en forma de debates y discusiones que no suelen llegar a mucho.

Si mezclamos convenientemente estos factores (no se preocupen del cómo, lo hacen solitos ellos mismos), se nos aparecen unos escenarios potenciales que asustan al más pintado.

Para empezar, la mayoría pensamos que es bueno para nuestros estudiantes y su futuro como personas y profesionales, que completen su formación trabajando o, al menos, viviendo un tiempo fuera. Vivimos en un mundo globalizado y hay que salir del caserío, conocer otras culturas, formas de hacer y visiones de la vida, porque estamos condenados a entendernos entre todos los humanos. Debemos ser capaces de relacionarnos con el resto del globo, también de mejorar lo que tenemos aquí aportando otras cosas buenas que se hacen por ahí, y además tenemos una industria internacionalizada que todavía debe serlo mucho más. Y siempre hemos asumido y visto como positivo que los grandes genios se muevan trabajando por el mundo, ya sean artistas, pensadores, científicos o altos directivos.

En definitiva, queremos que nuestro talento local salga, pero que vuelva, aunque esto no va a bastar para resolver nuestro problema. Así que nos debe preocupar “el retorno del talento”, pero va a haber que ir un pasito más adelante. Un pasito enorme: hay pocas cosas absolutamente ciertas en este mundo y una de ellas son las pirámides poblacionales. La siguiente hornada de nuestros descendientes ya está aquí, entre nosotros, y resulta que son muy pocos. Tan pocos que las cifras no dan para reemplazar a todos los que nos vamos a jubilar en los próximos 15 años más los que se van a ir a vivir fuera. Y, encima, a nuestros jóvenes les da por no estudiar carreras científico-tecnológicas (las famosas STEAM), que es lo que precisamente más hace falta en nuestro país industrial.

Una consecuencia inevitable es que vamos a tener que atraer muchísimas personas, y no solo altos profesionales, nos va a hacer falta gente de todo nivel formativo. Esto no es nada nuevo en la historia de Euskadi, aunque aquellos movimientos los protagonizaron mayoritariamente personas con muy baja o ninguna cualificación, movidos por una necesidad de supervivencia, que huían a territorios más prometedores en expansión económica, que las necesitaban y podían integrarlas de manera rápida, porque provenían principalmente de regiones no tan lejanas. Creo que es más fácil atraer a gente de baja cualificación y que el gran reto lo tenemos en cubrir las necesidades de profesionales STEAM (universitario y FP), si queremos mantener nuestras empresas y nuestro nivel de vida. En parte porque tampoco hay suficientes profesionales de este tipo en las regiones cercanas, así que hay que ampliar el campo a otros países. Lograr que vengan esas personas sería, además, un claro signo de que somos una sociedad exitosa y atractiva. Pero, en todas partes, hasta en las ciudades y regiones más ricas del planeta, se hacen importantes esfuerzos por atraer a esas personas cualificadas, así que el panorama es muy complicado.

Y si todo esto no es suficiente, otro grave problema es que estamos muy poco preparados para acoger a profesionales de alto nivel foráneos. Para empezar, lo que ya he mencionado: de forma natural, el talento se mueve constantemente por el mundo. Así que vamos a recibir gente que después de ciertos años se va a ir, irremisiblemente. Y vendrán otros nuevos. Es decir, la necesidad va a ser continua, interminable. Para continuar, nos tenemos que preparar para acogerlos. Muy poquitas empresas vascas tienen aquí personal cualificado y ejecutivo de fuera, siguen siendo exóticos, por tanto no sabemos gestionar la multiculturalidad, plantillas con personas de diversos orígenes, lenguas, culturas, perspectivas y formas de hacer. Pero es que ni tan siquiera tenemos apenas colegios para los hijos de esas personas, en lengua inglesa, francesa, etc. Porque los que vienen de fuera para, quizás, estar 5-7 años, prefieren enviar a sus hijos a estudiar en idiomas que no son el euskera, esta es la cruda realidad que ya vivimos. Y el tercer hándicap es que es muy difícil conseguir un empleo para la pareja de la persona que contratemos, que normalmente también será extranjera y no sabrá castellano ni euskera.

Tenemos que ir acostumbrándonos a que nuestras ciudades se van a ir convirtiendo en pequeños Londres y Nueva York, en donde conviven múltiples razas, orígenes y culturas. Eso que, precisamente, tanto nos llama la atención y nos atrae cuando vamos a esas capitales, lo vamos a tener aquí. Ya hemos vivido un cambio radical en 10 años y ahora nos parece normal que haya un número significativo de turistas y estudiantes extranjeros todo el año en Donostia, aportando su forma de ver la vida, que nos lleva icluso a adaptar los menús de los restaurantes. Pues eso va a ir a más. El mundo abierto y globalizado es así, señoras y señores. Y, digámoslo claramente, todo esto va a afectar muchísimo a nuestra cultura y tradiciones, ya lo está haciendo, y es inevitable.

¿Hay más cosas que podamos hacer para lidiar con esta situación, además de las que ya se están haciendo?, yo creo que sí.

Para empezar, este país no se puede permitir el lujo de mantener los “rincones de talento” que tiene: esas dos bolsas enormes de profesionales valiosos que tienen problemas para ser contratados, las mujeres y los mayores de 45 años. Hay que romper como sea esa inercia de no contratar a personas de estos colectivos, resulta terrible estar acostumbrados a oír frases como «tiene 50 años, así que lo va a tener difícil». No soy un experto y no tengo nada claro qué se puede hacer para invertir este hábito, pero las administraciones y otros agentes creo que tienen un campo amplio para actuar y deberían hacerlo más profundamente de lo que se hace hoy, para reducir al mínimo y cuanto antes este problema vergonzoso de nuestra sociedad.

Para continuar, debemos salir “a cazar talento” de forma intensa y extensa, dentro de una gran apuesta público-privada dotada de medios amplios y de calidad, con los mejores cazadores bien pertrechados, para poder competir con éxito con la cantidad enorme de cazadores de talento que hay por todo el mundo, muchos de los cuales provienen de lugares que nos llevan mucha ventaja y acumulan mucha mayor capacidad de atracción. Vemos todos los días alemanes, americanos, suecos, o ingleses cazando en cualquier sitio. Sus grandes empresas, sus entornos económicos y sus condiciones salariales son una munición muy difícil de batir; por mucho que aquí esos mismos profesionales podrían vivir muy bien y con un nivel de vida incluso mejor que en esos países. Somos muy pequeños y ya vamos muy tarde, ¡nos tenemos que poner las pilas de una vez!

Una tercera palanca que se puede activar es el teletrabajo. Deberíamos explorar las posibilidades que nos ofrece esta «recién descubierta» herramienta, porque podemos atraer, por lo menos, una parte de los profesionales que necesitamos… sin hacerles venirse a vivir. Una vez rota la barrera mental de no tener a nuestro personal trabajando físicamente en la oficina, ¿podríamos completar nuestras plantillas con personas teletrabajando que no vivan en nuestro entorno? Entiendo que no es fácil conseguir y gestionar así profesionales individuales, pero algo similar ya se ha hecho toda la vida con la figura de los representantes que, incluso, pueden trabajar para nosotros solo a tiempo parcial.

Siempre nos quedará otra opción, aunque quizás no es tan atractiva a primera vista: crear filiales de ingeniería, por ej., en otros países que tengan un número importante de titulados. O dotar de esas capacidades a las filiales productivas que ya tenemos fuera. Esto se ha hecho siempre, sobre todo por parte de grandes empresas, aunque en muchos casos el objetivo es reducir los costes laborales locales. Sin embargo, recuerdo cómo hace bastantes años las grandes ingenierías de Reino Unido trasladaron a la India sus departamentos de diseño, y me contaban que habían llegado a la conclusión de que era clave quedarse en su sede con la capacidad de diseño y conocimiento del más alto nivel. Prescindir de ello era un error grave. Así que podríamos buscar un cierto equilibrio y, manteniendo aquí el núcleo de conocimiento más avanzado, completarlo con especialistas en otros países. De hecho, en España se hace ingeniería para otros países como Alemania, así que no nos debería parecer una solución ajena.

En definitiva, me parece imprescindible asumir de una vez esta tormenta y pasar a un modo muchísimo más activo, para gestionarla de la mejor manera posible. Habrá a quien le guste y a quien no, pero el mundo va por estos derroteros y oponerse o negarlo está condenado al fracaso. Por eso es vital prepararnos para estos cambios tan radicales, que nos afectan tanto económicamente como social y culturalmente, y lograr que se vayan dando de forma ordenada, evitando posibles crisis sociales muy difíciles de reconducir, como ya hemos visto en otros sitios. Y, como estamos hablando de un asunto que, en realidad, ya estamos viviendo pero que se va a acelerar enormemente en pocos años, debemos actuar YA. Sin más dilación y con intervenciones intensas, potentes y completas, que sigan una estrategia que previamente se haya acordado entre los principales agentes y expertos de nuestra sociedad.